Poco antes del año de vida, algunos bebés comienzan a desarrollar un notorio apego hacia ciertos objetos. El ‘elegido’ puede ser un peluche desgastado, un antiguo pijama de seda de mamá, una sabanita o cualquier otro elemento que llegue a sus manos y les resulte agradable. Como si se tratara del más profundo de los amores, no se despegan de ellos y no es extraño que se nieguen a dormir sino es en su compañía.
En psicología se les denomina “objetos de transición”, porque ayudan al bebé a completar la transición entre la etapa de dependencia total a la de independencia como bebé. Hasta entonces, el pequeño sentía que formaba un solo ser con su madre y ahora inicia otra fase, en la que deja de identificarse totalmente con ella. En este proceso de desapegarse paulatinamente, el niño se aferra a un objeto que le aporta seguridad y calma.
El reconocido pediatra norteamericano Terry Brazelton, señala que a pesar de muchos padres lo consideran un problema, en realidad este tipo de objetos constituyen una bendición, un recurso que puede ayudar a tranquilizar al bebé y -cuando es bien utilizado- a establecer una comunicación con él en situaciones difíciles.
«Si un objeto amado puede ayudar a un niño a madurar, me parece obvio que los consideremos como un tesoro. A medida que maduren, otros amores e intereses los reemplazarán, pero la sensación interior de competencia y seguridad que habrán aprendido a desarrollar, mediante tales patrones autodependientes en la primera infancia, les prestarán valiosos servicios», señala Brazelton.
Según los especialistas, los niños depositan en los objetos de transición una serie de sentimientos y afectos que les permiten mantenerse en contacto con su madre (por lo menos de manera simbólica). Se ha calculado que entre el 50% y el 60 % de los pequeños tiene o tuvo, aunque sea durante un breve tiempo, un objeto que jugó este rol.
La duración de este hábito dependerá de muchos factores, por ejemplo, las circunstancias personales del niño, la intensidad de los afectos involucrados y el manejo que los padres tengan de la situación, aunque en la mayoría de los casos tiende a desaparecer entre los 3 y los 4 años de edad, aunque algunos especialistas indican que no hay inconveniente en que se prolongue hasta los 5 ó 6 años. Mientras tanto, hay que tratar de tener más de un “tuto” para poder lavarlo y para que, en caso de que se pierda o no se encuentre al momento de acostarse, sirva de repuesto.
Objeto de deseo
¿Por qué sienten más apego a un objeto que a otro? Sucede que los bebés son muy sensibles a la textura y al olor de las cosas, más que a su forma e incluso a su color y por eso, muchas veces sus criterios de elección no son precisamente estéticos. Pueden sentir verdadera devoción por un trozo de tela, aunque dispongan de hermosos peluches, muñecas o cojines con animalitos bordados.
Los especialistas coinciden en que se les debe permitir que sean ellos mismos quienes escojan. Aunque se les puede ofrecer alternativas, ellos tendrán la última palabra. Tampoco hay que ocultarles el objeto. Más adelante, cuando esta etapa haya finalizado, será el propio niño quien perderá interés por su tuto y lo abandonará, sin sentirlo como una pérdida.
¿Cuándo decir adiós al tuto?
Cuando el pequeño sea capaz de comunicarse claramente y entienda las ventajas que conseguirá al dejar su tuto, se le debe ir convenciendo lentamente para que lo abandone. Después de esto, una buena idea es hacer un ritual de desprendimiento en una fecha especial, entre los dos y tres años y medio, dependiendo de la madurez del niño. Por ejemplo, decirle adiós al chupete, “que debe partir a otra casa, donde un bebé que lo necesita más”, por ejemplo.
Para retirar el chupete, se le puede ir sustituyendo por un peluche o un muñeco, el que se puede atar por unos días al chupete. Ello contribuye a que el menor se encariñe y a que la separación sea menos difícil.
En el caso de los padres que no permiten el uso del chupete, lo recomendable es que se aseguren que el hijo pueda escoger con libertad alguna otra pertenencia que haga las mismas funciones.
Si su hijo se apega a la mamadera, no se la deje en la noche con leche -sólo con agua- ya que puede dañarle los dientes.
Si el niño se aferra a una manta, córtela en pedazos pequeños, para que pueda tener siempre una limpia y disponible. Altérnalas para que ambas luzcan siempre muy parecidas ya que, si alguna se ve nueva o diferente, el bebé podría rechazarla.