Si piensa llamar a su hija María tenga en cuenta que diez de cada cien mujeres en Chile llevan ese nombre. Sólo piense en cuántas María Magdalena, María Alejandra u otras María hay en su familia.
A las Marías le siguen Rosa y Ana, ya que dos en un centenar tienen ese nombre. Y una en cien tiene como nombre Claudia, Carolina, Patricia, Juana, Carmen o Margarita.
De los hombres, José es el más común, ya que seis de cada cien chilenos tienen ese nombre. Le sigue Juan, Luis y Carlos, de acuerdo a la base de datos del Servicio de Registro Civil e Identificación que contempla todos los nombres inscritos desde 1900 a la fecha.
En todo caso no hay que desesperar en la búsqueda de uno para su hijo, pues las posibilidades son infinitas. Los hay compuestos, largos y breves. Otros que aluden a flores y astros del sistema solar. También los que evocan a dioses griegos, nobles y próceres históricos.
Y la forma de elegirlos también es variada y depende de cada familia. Algunos se fijan en los protagonistas de teleseries, de películas. Basta recordar la invasión de Elizabeth y Marilyn, además de la gran cantidad de niños llamados Richard (Burton), en la década del sesenta. En esos años también abundaron los John, en homenaje al asesinado presidente de Estados Unidos.
Asimismo, muchos padres en la década del ochenta se inspiraron en el Papa para inscribir a su hijo con el nombre de Juan Pablo.
Los más tradicionales prefieren mantener uno de los nombres que prima en su árbol genealógico. Otros, en cambio, prefiere salirse de la generalidad y dar a su hijo uno más original. “Siempre me importó el significado del nombre que le pondría a mi hija. Quería que fuera bien español y poco común», expresa la madre de Belén Antonia.
Coincide Angélica, mamá de cinco niños: “En cada embarazo me demoré dos o tres meses en buscar los nombres. Revisé en la Biblia, en los santorales y hasta en los calendarios”, cuenta esta mujer que cuidó que cada uno de sus hijos llevara como segundo nombre uno de connotación cristiana.
Angélica agrega que el asunto lo tomó con mucha responsabilidad, para que en el futuro sus hijos no le reclamaran o sintieran que habían sido perjudicados.
Original, pero normal
Al momento de inscribir a su hijo hay padres que al parecer rememoran a todos sus parientes. Así, en el registro figura un inscrito con siete nombres: Iván Juan Federico Guillermo Eloy Robert Hugues, quien posee aún más nombres que no aparecen en el registro digital, ya que sólo permite 150 caracteres y privilegia guardar los apellidos.
Y las mujeres no se quedan atrás. Olga Enriqueta María Magdalena de los Sagrados Corazones lidera a las con nombres extensos.
Legislación
Si de peculiaridad se trata, prefiera restringir un poco su imaginación, ya que existen ciertas limitaciones al momento de inscribir al recién nacido.
El artículo 31 del Código Civil señala que al niño no se le puede “imponer un nombre extravagante, ridículo, impropio de personas, equívoco respecto del sexo o contrario al buen lenguaje”.
En caso de que el oficial del Registro Civil se oponga a la inscripción de un nombre y los padres insistan en su decisión, el juez de Letras resuelve. Lo hace de acuerdo al bien del niño, pues aunque sean sus padres los que quieren llamarlo de una forma, es él quien deberá llevarlo durante toda la vida.