Al año de edad, los niños están en condiciones de comer prácticamente todo tipo de alimentos y pueden integrarse al menú familiar de forma gradual y paulatina. Por lo general, las carnes ya han sido incluidas en su dieta diaria, pero muchos pequeños rechazan su sabor y simplemente no la comen, a pesar de los esfuerzos paternos.

En otros casos, por un asunto de convicción y principios de los padres, los niños reciben una alimentación vegetariana desde que nacen o incluso antes, desde su gestación, porque la madre se alimentó bajo este régimen.

Riesgos para los niños vegetarianos
A pesar de las corrientes filosóficas que señalan la inocuidad del régimen de alimentación vegetariano, en general los especialistas señalan que existen riesgos asociados a una dieta que excluya las proteínas de origen animal, especialmente en edades tan tempranas.

Como advierte el doctor Ricardo Uauy, pediatra especializado en nutrición del Instituto de Tecnología de los Alimentos (INTA), de la Universidad de Chile, “depende de qué tipo de vegetariano se trate, en qué momento se inicie y con qué grado de estrictez. No se puede afirmar que en los primeros dos años de vida los alimentos vegetales sean lo fundamental de la dieta. De hecho, la leche humana no es un alimento vegetal y es fundamental en los primeros seis meses de vida».

Por su parte, la nutricionista de la Universidad de Chile, Patricia Navarrete, considera que en el niño de uno a dos años “la dieta vegetariana estricta podría provocarle deficiencias específicas, especialmente de Hierro y de algunas vitaminas como la B12, que sólo se encuentran en cantidades suficientes en alimentos de origen animal”.

Vegetarianos de extremo a extremo

Dentro de los vegetarianos existe un grupo radical denominado “veganos». Rechazan totalmente los alimentos de origen animal, incluyendo grasas, gelatina y productos industrializados con aditivos provenientes de fuentes animales.

Se alimentan de frutas, verduras, cereales, harinas integrales y leche de soya. Aquellos que agregan a esta dieta la leche y sus derivados son llamados lácteo-vegetarianos, en tanto que aquellos que además añaden los huevos son conocidos como los ovolacto vegetarianos y conforman el grupo con el menú más amplio. Otro grupo son los semi-vegetarianos o naturistas, que consumen carnes blancas o pescado y que en estricto rigor no son vegetarianos. Y por supuesto, los «falsos vegetarianos», aquellos que consumen todo tipo de alimentos, menos carne, pero por desconocimiento no compensan las carencias nutritivas de su dieta y son los más proclives a presentar problemas de salud.

«La sopita no basta»

En general, existe acuerdo entre los especialistas de que un niño de esta edad puede ser ovolacto-vegetariano, siempre que sus padres tomen las precauciones necesarias. No así en el caso del vegetarianismo estricto, pues la leche y los huevos son fundamentales por su aporte de proteínas y vitamina B12, elementos esenciales para crecer y desarrollarse normalmente.

Si el niño no consume carne, debe tener otra fuente de proteínas y vitaminas. «Darle el juguito o una sopa de carne no sirve; es el músculo del animal el que contiene los nutrientes», señala la nutricionista.
En el caso de los lácteo-vegetarianos, la leche le aportan las proteínas de origen animal. Y, al igual que los menores que sí consumen carne, los pediatras recetan un complejo vitamínico con hierro, a partir de los seis meses de edad.

Los especialistas señalan que los niños que no consuman carne, huevos y lácteos, deben tomar además de un suplemento de hierro, vitaminas B12 y D y Zinc, un oligoelemento esencial para el crecimiento y el desarrollo del sistema inmune.

La nutricionista recomienda prolongar el período de lactancia y limitar el consumo de fibras, para no afectar la absorción de los nutrientes.

Fuente: extracto de artículo publicado en Revista PadresOk.