El sueño, como señalan los expertos, cumple una función reguladora y reparadora en el organismo. Es esencial para el control de la energía y la temperatura corporal. Además, se afirma que reabastece y restaura los procesos corporales que se han dañado durante el día.
Mientras duermen los niños descansan, asimilan y organizan lo visto y aprendido, maduran física y psíquicamente, e inician y ejercitan su independencia del mundo exterior y de sus padres, por un tiempo que es variable según la edad.
Según la doctora Loreto Ríos, neuróloga infantil , los dos primeros años de vida son fundamentales en el desarrollo del cerebro del niño, ya que “el peso del cerebro casi se triplica en el primer año y es durante el sueño donde ocurren eventos fundamentales como el aumento de conexiones interneuronales.
Este proceso es clave en el desarrollo cognitivo y el aprendizaje, además de la secreción de hormonas tan importantes como la del crecimiento”, indica.
Un mal sueño, un mal día
Según los especialistas, los lactantes y niños pequeños que no duermen bien presentan mayor irritabilidad, mal humor, llanto frecuente, dependencia excesiva de sus cuidadores -no saben estar solos- y posibles problemas de crecimiento. En los niños de edad escolar, las consecuencias se relacionan con fracaso escolar, inseguridad, timidez y mal carácter.
Los expertos en el tema del sueño sostienen que si un niño no aprende a dormir correctamente lo más probable es que sufra de insomnio infantil, que se caracteriza por dificultad para iniciar solo el sueño, despertarse muchas veces durante la noche, tener un sueño superficial -desvelarse ante cualquier ruido- y dormir menos horas que las habituales y necesarias.
Sueño y desarrollo
Tener un buen dormir es fundamental para el desarrollo y crecimiento de un niño. Es durante el sueño cuando ocurren en el cerebro procesos claves y exclusivos de este estado, es decir, que no pueden efectuarse estando despiertos. Por lo tanto, dormir no es sólo para descansar, sino para que el cuerpo funcione adecuadamente.
Asimismo, el doctor Patricio Peirano, neurofisiólogo, sostiene que el sueño REM o activo, particularmente en las etapas tempranas del desarrollo, está críticamente involucrado en los procesos de consolidación del potencial cognitivo. “Esto quiere decir que todo lo que la persona incorpora mientras está despierta se guarda en la estructura que sostienen los mecanismos de memoria y aprendizaje en el sueño. Es allí donde organiza la información y se adquieren los conocimientos”.
Lo mismo que ocurre a nivel intelectual se aplica a las otras áreas de desarrollo, ya que si un niño duerme bien, su desempeño en las habilidades motoras, emocionales, sociales y de lenguaje será mejor.
Hábitos para dormir
El método Estivill es un sencillo y riguroso tratamiento científico que ha logrado enseñar a dormir a miles de niños en más de veinte países. Los resultados son alentadores, ya que el 96% de los pequeños logran crear un buen hábito del sueño. Si bien este es una práctica guía y una excelente ayuda para los padres, el propio autor advierte que su método no debe entenderse como un dogma ni menos ser el único posible, sino que pretende ser una ayuda y orientación para los papás.
Respecto a este método, la doctora Loreto Ríos señala que a pesar de ser muy bueno es necesario considerar que cada niño y cada familia son diferentes, “y es difícil pensar que una misma receta pueda ser efectiva para todos. Las causas de los trastornos del sueño son múltiples, al igual que cómo lo vive la familia y el niño es distinto si se trata del primer, segundo o tercer hijo”.
Lo más importante a la hora de enseñar el hábito del sueño, según el libro “Método Estivill, Guía Rápida”, es aplicar las normas no duramente, sino con rigor. Es decir, sin olvidarse de nada. Asimismo, es necesario estar muy convencidos antes de empezar a aplicar el método y conocer muy bien las normas, de principio a fin, para seguir el mismo criterio ante cada una de las diferentes situaciones.
También es relevante, antes de aplicar cualquier regla, asegurarse de que el niño no padezca ningún problema médico agudo. “Es recomendable descartar cualquier tipo de enfermedad. Entre las más frecuentes que alteran el sueño se consideran la otitis, la intolerancia a la leche y el reflujo. En este punto es clave la supervisión de un pediatra”, señala el libro.
Tampoco hay que olvidar que cada niño es distinto y tiene una personalidad diferente. Es posible que a algunos les cueste aprender más que a otros. Hay niños con temperamento dócil, mientras que otros tienen una forma de ser más rígida. Los hay más tranquilos y algunos muy inquietos. Si bien estas características son importantes y se deben tener en cuenta, no pueden utilizarse como excusa para justificar que el pequeño no duerma bien. “Enseñar a dormir a un niño consiste, simplemente, en enseñarle a realizar un hábito. A dormir se aprende, lo mismo que a comer, a leer o a ir al baño”.
¿Qué necesitan los niños para dormir bien?
A pesar que algunos niños logran tener mejores hábitos de sueño que otros es importante que tarde o temprano los pequeños sean capaces de dormir bien, ya que de ello dependerá su adecuado crecimiento y desarrollo, tanto físico como psicológico.
La doctora Loreto Ríos, sostiene que en niños neurológicamente sanos los factores necesarios para dormir bien son bastante simples, donde el respetar horarios y establecer una rutina es fundamental. “Es importante generar un ambiente tranquilo al menos 2 horas antes de llevar al niño a la cama, darle la comida una hora y media antes de acostarlo y darle un baño relajante”.
La especialista recomienda establecer una rutina agradable previa al momento de acostarse, como leer cuentos, rezar y compartir tranquila y cariñosamente con el niño. Agrega que es clave enseñar desde pequeño al niño a dormirse solo, jamás tomando la mamadera o en brazos.