Por muy domésticos que sean, los perros aún conservan algunas de las características que presentan sus ancestros salvajes, los lobos. Entre ellas, la existencia de jerarquías de poder al interior de la manada. “Los perros mascota adoptan esas jerarquías de dominancia y subordinación con los humanos con quienes conviven, ya que los consideran integrantes de su ‘manada’; es por ello que establecen vínculos y lazos sociales con la familia, así como los establecerían con sus pares caninos, si viviesen en forma silvestre”, explica la médico veterinaria Maria José Ubilla, Magíster en Etología Clínica y Bienestar Animal.
Por eso es fundamental que desde un principio al perro le quede clara su relación de subordinación con sus amos. Es decir, que entienda que él está en el último rango de la escala. “Cuando la jerarquía no está clara para el animal se pueden producir alteraciones del comportamiento, entre ellas, agresividad hacia miembros de la familia”, precisa María José Ubilla.
¿Agresivos por naturaleza?
Para esta experta, el comportamiento social de un can depende no sólo de los factores genéticos -como su raza- sino también de los ambientales, entre los cuales se cuentan la familia en que se cría, su entorno y la educación que ha recibido. Así, por ejemplo, si los dueños de la mascota no tienen claridad sobre el comportamiento social y la comunicación animal, es difícil lograr una adecuada socialización y educación del perro.
“En tales condiciones, el animal puede interpretar que quien lidera el grupo familiar es él y, por lo tanto, cada vez que perciba confrontaciones por parte de los propietarios, se pueden desencadenar ataques. En cambio, en aquellas familias en que se logra una adecuada socialización y educación del cachorro, se llega a una relación humano-mascota armoniosa y se disfruta de los beneficios de ésta”, apunta.
Para lograr una convivencia armoniosa con el perro es esencial educarlo de forma de disminuir aquellas conductas que puedan causar molestias o derivar en trastornos de comportamiento. “La educación involucra la asesorada preselección de la raza, en base a lo que la familia espera del perro y a sus características, así como al tiempo que destinarán a la interacción con la mascota, la capacidad de educación por parte de sus dueños, el tipo de vivienda en la que permanecerá el animal, la presencia de niños y su edad, entre otros factores”, indica la experta. Además, los dueños deben adquirir una serie de conocimientos acerca del animal; sobre las etapas de su desarrollo, su comportamiento social y la forma de comunicarse, respecto de cómo prevenir problemas de comportamiento, la tenencia responsable de mascotas y el bienestar animal, entre otros aspectos.
El adiestramiento profesional es un complemento a todo esto, y por eso es importante que el dueño del animal – previo a tomar la decisión de entrenar lo reconozca por qué lo quiere adiestrar y qué espera lograr con ello. “Si se trata de revertir un comportamiento no deseado, el adiestramiento no siempre es la solución. Puede ser un complemento a la modificación de esa conducta, pero no la solución”, advierte María José Ubilla. Cuando recibe un ‘paciente’ con estas características, estima que lo más apropiado es evaluar las causas de su comportamiento. Asimismo, entrega consejos a sus dueños para disminuir o revertir las conductas caninas no deseadas, las que pueden acompañarse con terapia farmacológica y complementaria. “Una vez que se ha logrado disminuir o revertir esta causa, la terapia conductual puede acompañarse de entrenamiento, con adiestradores profesionales”, explica.
El perro ideal
A juicio de esta veterinaria, lo primero es “tener claro que al adoptar a un cachorro (o perro adulto) se debe asumir un compromiso real hacia un ser con necesidades y que requiere de cariño, atención y cuidados. Además, hay que ser capaces de comprender que el perro es una especie social, que busca constantemente establecer interacciones sociales afiliativas con los integrantes de “su manada” y, por lo tanto, no puede quedar sólo por períodos largos de tiempo -como ocurre en muchos casos durante las vacaciones, por ejemploo vivir en el patio, apartado totalmente y sin contacto social con los miembros de la familia”. Para elegir una raza en particular recomienda una asesoría especializada. Una vez que el cachorro ha llegado a casa, aconseja clases para ellos y sus dueños, de acuerdo a los intereses de la familia. Esta profesional, realiza talleres sobre cómo recibir al cachorro en casa, control de la mordida, prevención de los problemas de comportamiento, bebés y perros, vínculo humano-animal y evaluaciones individuales. En el caso de perros grandes o con ‘fama’ de agresivos es muy útil realizar una consulta etológica (de su comportamiento) que permita familiarizar a los miembros de la familia con el nuevo integrante, e instruirlos en su correcta educación. Si lo que se busca es evitar mordeduras, las recomendaciones apuntan a suprimir juegos bruscos con el animal, enseñarle el control de la mordida y no reforzar demandas de atención que nazcan del perro, entre otras.