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Presión y exigencias: niños con estrés

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El estrés es una respuesta adaptativa de las personas ante una situación que se percibe como una amenaza. En la niñez se genera por cualquier circunstancia que requiera cierto nivel de adaptación por parte del niño. En algunos casos, puede estar provocado por cambios positivos -como comenzar una nueva actividad-, pero sin duda está más vinculado a cambios negativos, como problemas y peleas entre sus padres, complicaciones financieras en la familia, enfermedad o muerte de algún ser querido y dificultades en el colegio.

Aunque para muchos pueda parecer increíble, así como los adultos se estresan, los niños también. Y dependerá de la historia de cada niño, de su seguridad, de su ambiente y de su experiencia escolar, el cómo sobrellevarán esta situación.

Problemas familiares y en el colegio

El estrés puede afectar la salud física, el desempeño escolar y las relaciones sociales y familiares de los niños. Según la psicóloga infantil y terapeuta familiar Carolina Soruco, algunas manifestaciones típicas de estrés pueden ser dolor de cabeza, molestias estomacales, problemas para dormir, pesadillas, mojar la cama, cambios en los hábitos alimentarios -como comer mucho o muy poco- ansiedad, irritabilidad, miedos, angustia de separación, agresividad y conductas regresivas.

Las dificultades familiares y en el colegio -a nivel académico y social- son las principales fuentes de estrés en la niñez. Numerosos especialistas han establecido que las situaciones de estrés más frecuentes son la pérdida de algún padre por fallecimiento o separación, orinarse en clases, perderse o ser dejado solo, ser molestado por niños mayores, ser el último en lograr algo, ser ridiculizado en clase, cambiarse de colegio, ir al dentista o someterse a una operación, dar pruebas o exámenes especiales, ser diferente a los demás en cualquier aspecto, el nacimiento de un hermano y tener que actuar en público.

Muchas de ellas podrían catalogarse como situaciones estresantes ‘normales’, sin embargo otras son mucho más complejas de asimilar por parte de los niños. Ciertamente el estrés es un aspecto ineludible en la vida y puede ser positivo que los niños lo vivencien para que aprendan a sobrellevarlo, pero no cabe duda que el exceso de estrés puede interferir con la vida normal, las actividades y la salud de los más pequeños.

La respuesta al estrés (como aumento del estado de alerta y agresividad) es una condición tanto aprendida como natural, que le permite sobrevivir mientras el cuerpo reconoce y responde ante la percepción de amenaza. Los niños aprenden a responder al estrés a través de la experiencia personal y por observación, y por eso resulta lógico que les cueste más que a los adultos sobrellevar positivamente situaciones estresantes, ya que no han tenido la experiencia previa.
En la mayoría de los casos, el estrés experimentado por un niño puede parecer insignificante para los adultos, pero como los niños tienen pocas experiencias previas de las cuales aprender, incluso las situaciones que exigen cambios pequeños pueden tener un impacto enorme en los sentimientos de seguridad y confianza del niño.

Vulnerables al estrés

Como indica Carolina Soruco, aquellos niños más inseguros, de autoestima más baja, con menos tolerancia a la frustración y menor confianza en sus padres y en el mundo, son mucho más vulnerables frente al estrés. “Niños que se sienten permanentemente sobre exigidos por los adultos significativos -padres y profesores- sufren más estrés que los que sienten menos presión familiar respecto a los resultados académicos. Los padres muy exigentes pueden facilitar la aparición de estrés, sobre todo si el niño percibe que no está cumpliendo con sus expectativas. En general, padres muy rígidos para ver y vivir la vida, que no toleran cambios ni distintas maneras de hacer las cosas, facilitan la aparición de estrés”, asegura.

El estrés puede afectar la manera en que los niños piensan, actúan y sienten. La experiencia previa, la educación y el apoyo permiten que los más pequeños respondan de forma apropiada y se adapten cuando las circunstancias lo exijan. Para sobrellevar adecuadamente las situaciones de estrés, la psicóloga indica que es importante darle al niño la oportunidad de hablar de lo que le sucede.

“Es positivo permitirle expresar lo que siente, como llorar, tener rabia y estar irritable, pero cuando los síntomas de estrés son varios y perduran por más de dos meses, es importante consultar con un especialista”, explica.

Confianza y seguridad

Aunque el estrés en pequeñas dosis puede ser inofensivo e incluso positivo -porque por ejemplo frente a las pruebas de fin de año puede motivar al niño a estudiar y a hacer el último esfuerzo por rendir bien- el que un niño esté permanentemente estresado es, en opinión de Carolina Soruco, muy inadecuado. Según aclara, “un niño estresado, en un porcentaje importante de casos, va a desarrollar alguna patología mental y/o física. Definitivamente no va a ser un niño feliz, ni va a tener la capacidad de jugar, de crear, de gozar, de compartir y de hacer vida de niño”.

Como señala la especialista, para hacer frente al estrés es fundamental la seguridad básica que los padres logran consolidar en sus hijos. Esta seguridad se construye fuertemente durante el primer año de vida, en donde el niño va sintiendo que el mundo es un lugar confiable, donde las personas que lo quieren, desean cuidarlo y no dañarlo. “Desde esta seguridad básica, que se consolida a través de ser unos padres ‘disponibles’, que logran ‘ver’ y escuchar a sus hijos, es posible que el niño aprenda más fácilmente a tolerar frustraciones, a compartir y a soportar situaciones de dolor que inevitablemente muchas veces la vida les depara”.

Es importante que los niños tengan la seguridad de poder hablar de sus necesidades, que tengan la tranquilidad de que éstas serán escuchadas y, de ser posible, satisfechas. “Como padres, debemos estar atentos a las situaciones que son estresantes para nuestros hijos y acompañarlos en ellas, de modo que dejen de ser una fuente de ansiedad”, refiere la especialista.

Por otra parte, la psicóloga señala la importancia de estar atentos frente al sistema escolar en que están insertos los hijos.

“El colegio es una fuente importantísima de estrés, pero no tiene ningún sentido someter a los niños a esta situación durante largos años. No tenemos el derecho de hacerlos sufrir sólo para que esté en el colegio que a nosotros como padres nos gusta; y en cambio sí es nuestra obligación velar porque sean niños felices”.

Fuente: artículo publicado en Revista PadresOk, mayo de 2005.

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