Mimar, mecer, acariciar, tocar y tomar en brazos al recién nacido es el mejor complemento para estimularlo afectivamente, y es seguro que a través de estas manifestaciones de cariño tu hijo logrará crecer en armonía, con seguridad y desarrollando una autoestima positiva.
“Los bebés solo necesitan dormir y comer durante los primeros meses”. Esta frase es tal vez el mito más equivocado y uno de los grandes errores que se puede cometer. Es cierto que al nacer los niños pasan por una primera etapa que se conoce como “edad del sueño” y que, además, requieren de cuidados físicos especiales, como alimentación a libre demanda, higiene, ejercicio físico y cuidados médicos, entre otros. Sin embargo, según la sicóloga Mayra Miranda, esta primera etapa de la vida es mucho más que eso.
“Desde que nace, el ser humano trae potencialidades de desarrollo afectivo y cognitivo. Entonces, todo lo que sea estimulación temprana a través de estímulos visuales, auditivos, motores y de lenguaje, favorecen ese desarrollo. El cariño también es algo que se aprende a esa edad”, indica.
El factor “ambiente”
Según la neuropsiquiatra Amanda Céspedes, el cerebro trae una estructura determinada de aproximadamente 60% por la herencia genética. El 40% restante depende de la influencia ambiental. El cerebro ofrece así una plataforma sobre la cual se inserta lo que viene desde afuera. La experiencia entonces, de la estimulación a través de un mediador -papá que juega con su bebé o mamá que consuela y arrulla- deja profundas huellas. Por lo tanto, las muestras de amor son una de las experiencias más significativas y profundas, que ayudan al bebé a sentirse seguro y reconocido.
Más afecto para un mejor desarrollo
En Chile, investigaciones realizadas por el doctor Víctor Fernández, profesor titular de neurociencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, confirman que la estimulación afectiva aumenta las ramificaciones de las neuronas necesarias para el desarrollo del cerebro. El profesional ha desarrollado una serie de estudios a partir de ratas sometidas a pruebas en laberintos. Estos animales, con neuronas similares a las humanas, deben resolver determinado número de problemas y las evidencias sobre la importancia de la estimulación afectiva quedan claramente de manifiesto. “El afecto es estímulo. Cuando uno toma una ratita en la mano y lo hace en forma afectiva, ella se desarrolla en mejores condiciones. En nuestra sociedad el afecto es crucial y eso empezó a demostrarse en la Universidad de Wisconsin, a través del grupo de los Harlow, quienes mediante distintas investigaciones comenzaron a hablar del amor en la infancia de los animales como los monos”, asegura el experto.
Para que el cerebro del bebé empiece a funcionar es necesario que quien estimula sea una persona serena, cálida, firme, con sentido del humor y una enorme paciencia.
Primer año cargado de afectos
Todas las interacciones que se producen durante el primer año de vida satisfacen las necesidades sicológicas y sociales del bebé, y gracias al lazo entre él y su madre, y/o padre, hacia los 6 meses se consolida el vínculo más importante: el apego. Según Mayra Miranda, este nexo afectivo es para el niño una necesidad importantísima -tanto como la higiene o la alimentación- que le permite sentirse afectivamente seguro y explorar el mundo físico y social.
Estimulación afectiva, día a día
◗◗ Una buena lactancia no solo provee la alimentación y el fortalecimiento del sistema inmunológico, sino que permite a la mamá contactarse con el bebé hablándole, mirándolo a los ojos y a través de estímulos sensoriales. Además, provoca en el niño el desarrollo de la afectividad y de las relaciones sociales, e incluso del lenguaje, ya que se ejercita parte de la musculatura que se utiliza posteriormente en esta área. Primer año cargado de afectos
◗◗ Igualmente, si se quiere formar niños más autónomos y creativos, la presencia del padre es indispensable, porque tiende a impulsar más al pequeño a descubrir el mundo que le rodea.
◗◗ Otras acciones concretas de estimulación afectiva tienen que ver con el tacto, la visión y la audición, que permiten lograr una mejor vinculación de los padres con sus bebés.
◗◗ Considerando la importancia del contacto físico, ocular y auditivo con el bebé, es fundamental tocarlo, acariciarlo, mirarlo a los ojos y hablarle, de manera que pueda ir reconociendo la voz de la persona que lo cuida y que sus demandas -de abrigo, alimentación y contacto físico- sean satisfechas.
◗◗ Asimismo, la mirada de la madre o del cuidador relaja y tranquiliza al bebé. También la música suave produce serenidad y relajación, por lo tanto, los niños se sienten en un ambiente más agradable en la medida que están rodeados por estímulos auditivos suaves, ni agudos, ni muy graves, y sin ruidos abruptos. Esta es también una forma de entregar amor.