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Roséola infantil: la peste silenciosa

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La roséola infantil o exantema súbito es una enfermedad eruptiva poco conocida, de la que se no se habla mucho. Sin embargo, algunos especialistas se atreven a decir que es la enfermedad eruptiva más frecuente que pueden padecer los niños en los 3 primeros años de vida, específicamente entre los 6 y los 24 meses. Su desconocimiento tal vez se debe a que muchas veces es confundida con otras enfermedades similares, como el sarampión o la varicela.

Fiebre y manchas en la piel

La roséola es causada por el virus Herpes tipo 6 humano, descrito por primera vez en 1986. Se caracteriza por no presentar síntomas durante los 5 a 15 días después del contagio. Pasado este periodo comienzan las altas temperaturas, entre 39° y 40°, las que pueden provocar convulsiones en los niños propensos a ellas, es decir, en el 5 a 10 por ciento de los casos.

La fiebre puede durar 3 o 4 días, durante los cuales el niño mantiene su buena apetencia y estado general. A pesar de la elevada temperatura, el pequeño come normalmente, continúa con ganas de jugar, y en general, no tiene apariencia de enfermo aunque en algunas ocasiones la fiebre lo hace estar más inquieto, intranquilo y somnoliento.

Al cabo de tres o cuatro días, la fiebre desciende bruscamente y aparece el exantema -pintas- o erupciones cutáneas de principalmente en el tronco. Estas manchitas son de color rosa pálido, miden alrededor de 1 a 5 milímetros y aparecen con mayor intensidad en el cuello y el tronco, respetando la cara. Son minúsculas y generalmente desaparecen a los dos o tres días. Es por esta característica que a la roséola también se la conoce como exantema súbito o fiebre de los tres días.

Según la pediatra Cristina Medina, estas manchas se parecen tanto a las de otras enfermedades eruptivas infantiles, que muchos padres se confunden y creen que su pequeño tiene rubéola, sarampión o alguna de las otras pestes más comunes. Sin embargo, la roséola tiene una característica que ayuda a diferenciarla: las manchas surgen cuando baja la fiebre, mientras que en el resto de las enfermedades eruptivas, aparecen cuando la fiebre está en su apogeo.

Durante el período febril de la roséola infantil se puede producir una congestión intensa de la garganta y oídos. En estos casos, lo más probable es que si lo examina un pediatra encontrará la faringe enrojecida y en los ganglios de la parte posterior de la cabeza se puede observar una pequeña inflamación.

Controlar la temperatura

La roséola es una enfermedad benigna y en general no necesita tratamiento.
Lo más complicado es el período febril previo a la aparición del exantema, por la incertidumbre del diagnóstico y lo alto de la fiebre, por ello se recomienda usar antipiréticos, recetados por el doctor, para controlarla.

Si bien se trata de una enfermedad inofensiva, un problema siempre presente en las temperaturas elevadas de los niños es el riesgo de convulsiones febriles. Por ello, si el menor presenta estos antecedentes, llame a su médico y controle constantemente la temperatura. Lo más probable es que le recete antipiréticos de acción rápida para disminuir la fiebre y vigilar la aparición de convulsiones.

La doctora Medina sostiene que por ser una enfermedad viral, la roséola no requiere de antibióticos, ya que en estos casos no son eficaces. “Lo importante es alejar al niño de otros menores, para evitar el contagio, ya que no existe una vacuna para prevenir”. Por lo general, bastará con tratar de bajar la temperatura.

De fácil contagio

El mecanismo de transmisión de la roséola se presume por la vía respiratoria y contacto directo con algún huésped que esté excretando el virus. Los especialistas sostienen que puede haber portadores sanos de la enfermedad, es decir, contagiados pero asintomáticos, los cuales son los mayores propagadores. El periodo de incubación va de cinco a quince días y se transmite a través de secreciones respiratorias y la saliva.

Esta enfermedad también es conocida como exantema posfebril o la sexta enfermedad. Se presenta preferentemente al final del invierno, sobre todo en primavera. Se contagia fácilmente de un niño a otro, o a través de los familiares del pequeño. Por ello, la mejor forma de prevenir esta y otras enfermedades virales es evitar el intercambio de chupetes, mamaderas u otros objetos que puedan transportar el virus de un menor a otro, o de un adulto, a través de la saliva o las secreciones respiratorias.

Fuente: extracto de artículo publicado en Revista PadresOk.

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