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Prevención del Síndrome de muerte súbita

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Dormir sin peligro

Recientes estudios confirman la estrecha relación entre muerte súbita y la posición de los lactantes al dormir. De acuerdo a ellos, la probabilidad de padecerlo es 13 veces mayor cuando el bebé duerme boca abajo, siendo el factor de riesgo más importante.

Ya es casi clásico en los padres primerizos. Llega la noche, el bebé se duerme tranquilo y simplemente no aguantan la angustia; se levantan y colocan su mano en la nariz del pequeño para sentir su respiración. O lo mueven despacio y ¡qué alivio!, el hijo reacciona y está bien.

Es que el fantasma del Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SMSL) está tan presente que resulta por lo menos comprensible que los padres reaccionen con temor y ansiedad. Su carácter inexplicable y repentino, sumado al hecho de que no existe una medida preventiva 100% efectiva, contribuye a alimentar estos miedos.

Pese a ello, diversos estudios han demostrado que, tomando ciertas precauciones a la hora de dormir, las probabilidades de que un bebé sufra SMSL se reducen en casi un 50%. Así lo demuestran las estadísticas recabadas en España y Estados Unidos, países en que este síndrome es la principal causa de muerte postneonatal, con un promedio de un caso por cada mil niños.

Ximena Solliveles, pediatra y neonatóloga , explica que “para definir este término hay que hablar de un niño previamente sano, sin patología previa ni nada que nos haga pensar que va a tener un problema, menos que va a fallecer. Es una muerte que no da señales: el niño ha estado bien, se acuesta a dormir y por la mañana los padres lo encuentran sin reacción o francamente muerto”. De acuerdo a su experiencia, genera gran angustia en la familia afectada, “porque todos empiezan a buscar causas y a culparse: ‘por qué no me fijé, qué estuvo mal, por qué no me desperté, habrá llorado’, una serie de preguntas que no se pueden responder, porque no obedece a causas predecibles”, dice.

En Chile no existen estadísticas de SMSL, pero según las estimaciones del Ministerio de Salud afecta a unos 130 niños menores de un año (dato de 1998), y es la cuarta causa de muerte en los lactantes del país. A nivel internacional, se sabe que un 90% de las víctimas tiene menos de seis meses y sólo un 2% sobrepasa los doce meses de edad. Los países con mayores índices de muerte súbita son Nueva Zelanda y Tasmania (Australia), con 3 a 7 casos por cada mil nacidos.

¿Cómo deben dormir los bebés?

Es la pregunta que se han hecho durante muchos años los neonatólogos y pediatras en todo el mundo. “En los años 80, la recomendación de los médicos era dormir boca abajo, pensando específicamente en que el bebé pudiera regurgitar en la noche. Si el niño estaba boca arriba no había cómo manejar eso. Sin embargo, a partir de entonces hubo un vuelco.

Múltiples investigaciones, en especial en países desarrollados -que son los que más tienen definido el problema- se dieron cuenta que era un factor de riesgo, es decir, que se morían más guaguas que dormían boca abajo que las que dormían hacia arriba”, señala Ximena Solliveles. Ese simple pero permanente cambio de posición, ya disminuyó en casi un 50% los casos de muerte súbita en lactantes en Estados Unidos.

Cuando un bebé se mueve en la noche, puede quedar boca abajo y en esta posición, según explica la neonatóloga, “se tiende a generar un campo donde el aire se recambia menos, por tanto tiene menos oxígeno y el niño empieza a re-respirar el mismo aire que está exhalando”. Al estar boca abajo, una de las narinas (orificio de la nariz) puede quedar apretada y entonces el aire que rodea la zona de la boca posee mayor contenido de anhídrido carbónico y menos oxígeno, condiciones que, unidas a otros factores, podrían tener consecuencias fatales.

Las razones

Numerosas teorías intentan explicar esta enfermedad y los resultados no siempre han sido concluyentes. Para algunos se produce por una falla en los mecanismos de regulación del ritmo respiratorio en los neonatos; mientras que para otros, se debe a una alteración en el desarrollo normal del sistema nervioso, provocado por consumo de tabaco en el embarazo.

También se ha sugerido que podría obedecer a problemas cardíacos, factores genéticos o a una infección estomacal bacteriana, e incluso que sucede porque el bebé “sueña que está en el útero y olvida respirar”.

A pesar de las diferencias, todos coinciden en la gran relevancia de dos factores: la posición y condiciones en que duerme el bebé y el hábito de fumar en el embarazo y durante la lactancia. Afortunadamente, ambas costumbres están bajo el control de los padres.

Dormir de espalda

Un estudio del Centro Nacional de Desordenes del Sueño, de los Estados Unidos, basado en 3.733 familias con hijos menores de un año, señala que poner a los bebés a dormir boca arriba no sólo reduce la posibilidad de muerte súbita; además disminuye la fiebre, la posibilidad de ahogarse al vomitar, los resfriados y las infecciones del oído. Esta diferencia, estiman, podría deberse a que durmiendo boca arriba, aumenta la capacidad para tragar.

Cuando se trata de instaurar nuevos hábitos como éste, no sólo hay que lidiar con las preferencias del bebé, que puede sentirse más cómodo en la posición prona (boca abajo), sino con “el legado” de muchas madres y abuelas que por décadas hicieron dormir a sus hijos de esta manera, porque así –pensaban- disminuían el riesgo de que el bebé se ahogara con su vómito o regurgitaciones. “Cuesta revertir algo que se ha hecho por años, la gente se queda con su experiencia porque ha tenido buenos resultados, pero los estudios demuestran que el riesgo de sufrir SMSL es mucho mayor. Por tanto, la recomendación es, definitivamente, no hacerlos dormir de guatita”.

Otra de las razones a favor del hábito antiguo, era evitar la plagiocefalia funcional o efecto de «cabeza achatada», provocado por la presión constante en la parte posterior del cráneo del recién nacido, que es muy blando y podría deformarse. Sin embargo, se ha determinado que esa situación se resuelve espontáneamente y no afecta el desarrollo. Para reducir este efecto, los pediatras aconsejan variar la orientación de la cabeza mientras el menor duerme; primero levemente hacia la derecha y en el siguiente sueño hacia la izquierda.

En los momentos de juego y bajo la supervisión de un adulto puede colocarse al bebé boca abajo por períodos breves para fortalecer el tono muscular de la nuca, el cuello y la espalda. Mientras esté despierto, esta posición no conlleva peligro, siempre que sea observado.

La excepción a la regla

En general, nuestro país se rige por las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría, organismo internacional que en 1996 confirmó el riesgo que conlleva para los neonatos dormir boca abajo. Ximena Solliveles explica que en los niños con reflujo severo, los médicos suelen “mezclar” un poco esa recomendación y hacerlos dormir de costado, siempre que se asegure esa posición, por ejemplo, con toallas o pañales enrollados y puestos por el costado interno del bebé (a la altura de la guatita), de modo de impedir que en la noche cambie hacia la posición prona. En cambio, la posibilidad de que un niño sano se ahogue estando boca arriba es casi nula, pues tiene la capacidad de deglutir sus regurgitaciones. Además, en esta posición el reflejo del despertar es más activo, por tanto, frente a cualquier evento que afecte la entrada de aire en sus vías respiratorias, el bebé se despertaría más rápido.

Factores de riesgo

Aunque no inciden directamente en la aparición de este síndrome, hay factores que se presentan con mayor frecuencia en lactantes con SMSL.

Entre ellos:

– Dormir boca abajo. Es el factor de riesgo más importante e incluye otras recomendaciones, como evitar los colchones blandos, el exceso de abrigo, la ropa de cama mullida y la calefacción excesiva de la habitación del niño. Hasta los seis meses, no se le debe colocar almohadas ni juguetes dentro de su cuna mientras duerme.

– Padres fumadores, tanto en el dormitorio, como en cualquier otra habitación de la casa. Una investigación reciente asegura que un menor expuesto a la nicotina, ya sea durante el embarazo o durante su lactancia, tiene menos probabilidades de despertarse en caso de ahogo u otras emergencias.

– Se sabe que se produce con mayor frecuencia en los meses de invierno. Esto podría derivarse del hecho que en esa estación, los adultos tienden a arropar en exceso al bebé y a colocarles más ropa de cama, lo que podría ocasionarle sofocación al pequeño.

– Es más común en lactantes de sexo masculino de entre dos y cuatro meses de edad, en niños prematuros o de bajo peso, con antecedentes de muerte súbita en hermanos mayores o con problemas neurológicos. No suele suceder en el primer hijo de la familia.

– Se ha detectado con mayor frecuencia en hijos de madres adolescentes y en familias de estrato socio-económico bajo.

Otros estudios han mostrado una mayor frecuencia de SMSL en aquellos bebés que comparten cama con sus padres, especialmente si es menor de 8 semanas o cuando su madre es fumadora. Esta condición, además, supone el riesgo de aplastamiento y sofocación del niño.

Fuente: Extracto del artículo publicado en Revista PadresOk.

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