¿Y si mamá y papá no están de acuerdo? – PadresOk

¿Y si mamá y papá no están de acuerdo?

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“A veces las diferencias por el estilo de crianza de los hijos pueden llevar a conflictos tales en la pareja, que si no hay un punto de equilibrio, terminan separándose”. Así de drástica es la afirmación de la sicóloga clínica Cecilia Domich respecto de este tema. Y es que en ocasiones, decisiones tan rutinarias como comprarle o no un helado a un hijo pueden transformarse en una gran discusión si los padres no tienen claro algunas pautas para resolver sus desacuerdos en forma adecuada.

El peso de la historia

En algunas familias las diferencias a veces son menores y en otras mayores, “puede ser en términos del tipo de comida, de la vida religiosa. Cualquiera sea el caso, siempre es importante apoyarse y buscar cuál es la razón que el otro papá tiene y enfriar el conflicto”. Esto implica no intentar resolver el problema justo en el momento en que se produce, porque lo normal es que en estas situaciones los ánimos estén exacerbados. Y menos hacerlo enfrente de los hijos.

Las mayores o menores diferencias dependen también de la cantidad de años que los padres lleven criando y del propio estilo de formación que ellos tuvieron cuando niños. “Puede ser que el padre haya tenido un sistema mucho más autoritario y la madre crea en otras cosas”, de modo que es muy posible que toda esa enseñanza y cultura familiar se vea reflejada en sus modos de educar, a veces hasta inconcientemente.

Asimismo, hay que considerar que en algunas familias la disciplina ya es de por sí un tema complejo, en especial cuando los hijos tienen problemas para acatar normas. “Siempre se atribuye la responsabilidad a los padres, pero también hay niños que son más difíciles. Hay algunos a los que tú le dices una vez que no y entienden, en cambio a otros les repites diez veces lo mismo y no hacen caso”.

Recalca que en la formación de los hijos la constancia es clave. El que los niños acaten reglas es una tarea muy difícil, porque pasa por los hábitos, la disciplina, pero se va logrando de a poco, sostiene. A pesar de todas estas condiciones que pueden jugar en contra, siempre se puede y se debe llegar a un acuerdo. “Es muy negativo tener padres desunidos en la crianza, porque los niños necesitan un sistema parental que los enfrente en común”, advierte.

Un problema de familia

El peligro de estas diferencias radica principalmente en dos aspectos. En primer lugar, la relación de la pareja se deteriora y en segundo, no menos importante, para los hijos es muy estresante y ambiguo recibir órdenes contrarias. “Quizás un adulto que está frente a dos jefes, uno que es muy estricto y el otro que es muy relajado, sabe reconocer que son distintos, pero un niño no tiene la capacidad mental de estructurar y decir: ‘lo que pasa es que mi mamá fue criada en un sistema distinto al de mi papá, la verdad es que ellos se quieren, pero tienen esta diferencias’. No, al niño se le produce un caos y no logra integrar si hacerle caso a uno o al otro. A veces le hace caso al que más le conviene, a veces a ninguno, hace lo que quiere y otras veces no entiende nada. Es decir, termina haciendo lo que él cree que es mejor, lo que entendió de lo que le dijeron”.

Así es como estas diferencias de criterio son claramente percibidas por los hijos y pueden comenzar a manipular las situaciones, asegura esta especialista. Por eso es fundamental que, en primer lugar, la pareja se siente a conversar y precisar algunos temas, que son básicos para una buena convivencia.

“Uno podría jerarquizar los diez problemas más comunes por los que los padres se pelean; el dinero, la comida, los permisos, los hábitos, entre otros. En ocasiones no se tiene tiempo para discutir los detalles, por eso hay que aprender a jerarquizar lo que es un problema relevante de aquello que no lo es, discutir normas generales y no pelearse por tonteras”.

Normas flexibles

Al mismo tiempo, hay que aprender a adecuarse a las situaciones y flexibilizar las normas cuando sea necesario. “Algunos papás son rígidos en pensar que existe la familia ideal, aquella que nunca se sale de la regla, pero a veces hay que relajarse. Una familia sana es flexible, tiene reglas que en términos generales se cumplen, pero que obviamente son modificables. Si los niños tienen que acostarse a las ocho, pero un día llegó la abuela o el papá, que vienen de un viaje, sí es posible hacer una excepción”, señala.
Si las diferencias de opinión son muy grandes es aconsejable buscar la mediación de una tercera persona, que pueda dar una visión más objetiva. También es útil una orientación profesional o acudir a un taller para padres. “A veces uno no ve el conflicto, por eso es importante conversar con otros papás. Puede que los padres se den cuenta que lo están haciendo mal, pero no tienen recursos o herramientas para salvar esa situación”.

Junto con estas recomendaciones, Cecilia Domich recuerda que los padres deben comprometerse permanentemente con la educación de sus hijos, admitir que es un aprendizaje mutuo y constante, al mismo tiempo que reconocer cuando se ha cometido un error. En tanto, el padre más estricto también debe aprender a reconocer cuándo una norma es exagerada, no tiene un objetivo claro o si realmente vale la pena discutir con la pareja o los hijos por algo sin real importancia.

Ponerse de acuerdo

Es fundamental que los padres se pongan de acuerdo en algunos temas claves. Por ejemplo:
Especificar cuánto es para cada uno “ver poca televisión”. Quizás para uno de ellos es ver solo un programa de dibujos animados y para el otro esta expresión significa dos horas al día.

Respecto a los permisos, cuando sean grandes, ¿qué significa pedirle al hijo que llegue temprano? ¿A las 9 de la noche o a la una de la madrugada?
En paralelo es necesario analizar las propias conductas y preguntarse. ¿Estaré siendo muy rígido? ¿Cuál es la razón que hay detrás de esta norma? ¿Qué tan importante es que nuestro hijo acate lo que yo le digo?

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