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¡Está celoso de su hermanito! ¿Cómo ayudarlo?

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Los celos son una reacción natural ante la llegada de un nuevo hermano, pero no hay que ignorarlos. La actitud de los padres es clave para que no pasen de una crisis temporal -dentro de límites razonables- y no representen un sufrimiento mayor ni den espacio a una rivalidad duradera.

Dale tu atención
Para disminuir sus celos es imprescindible demostrarles con acciones cotidianas que siguen siendo tan amados como siempre.

Perder o ver reducido el amor de sus padres es el principal temor de un hijo cuando llega un hermano menor; un sentimiento que puede generar envidia hacia el bebé, por considerarlo un rival en la búsqueda del amor fraternal. “Esto provoca un estado de alarma en los niños, quienes se sienten como un príncipe destronado y no pueden evitar manifestar un cierto rechazo hacia el nuevo miembro de la familia”, explica la psicóloga Lucía Godoy.
La intensidad de los celos varía según la edad y, de acuerdo a la especialista, la etapa más conflictiva es entre los 3 y 6 años, cuando surge una mayor rivalidad. A partir de los 6 ó 7, los niños suelen tener una actitud de cooperación con los padres y mayor acercamiento al recién nacido. A los más pequeños también les resulta difícil entender que el nuevo integrante de la familia no competirá con el cariño de sus padres, por lo que se requieren importantes cuotas de paciencia, además de tomar algunas medidas para atenuar estos sentimientos.

Los celos ¿cómo les afectan?
Los niños expresan sus celos de distintas formas, pero muchos de ellos los manifiestan a través de cambios en su conducta. Se vuelven más desobedientes, más rebeldes y más agresivos, al punto de llegar a agredir a su nuevo hermanito, quitándole los juguetes u otros objetos, molestándolo en cuanto tienen oportunidad.
Para él, su hermano es su rival, ha invadido su territorio y le ha robado mucho del tiempo que tenía con sus padres, por lo tanto, es normal que se sienta amenazado. Otros se vuelven llorones y se pegan a la falda de la madre en el intento de llamar su atención y de no perderla. Se sienten débiles, se reprimen y se vuelven profundamente tristes, negándose a comer, a jugar con los amigos y tomando una actitud rencorosa con sus seres queridos, como forma de reprocharles el haber centrado su atención y cariño en el otro hermano.
Aunque en muchos casos los síntomas son evidentes, según explica la psicóloga, “a veces estas reacciones pueden confundirse con otros trastornos, lo que provoca que los padres acudan antes al pediatra que al psicólogo, porque piensan que su origen es un problema físico. Si se confunden con enfermedades, a los padres les cuesta distinguir si se trata de algo real o emocional”.
Así, por ejemplo, es común que presenten algún retroceso en su desarrollo: volver a hacerse pipi y querer usar de nuevo el pañal, hablar de una forma más infantil, chuparse el dedo o pedir que les den de comer a la boca otra vez. Son reacciones normales, por lo que no hay que alarmarse, sino comprenderlos pacientemente. Sí hay que prestarles atención cuando alteren la convivencia y sean persistentes.

Fuente: Artículo publicado en Revista PadresOk.

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