El embarazo aumenta la necesidad de la mayoría de los nutrientes, incluida la vitamina C. La placenta transmite esta vitamina de la mamá al niño y al momento del nacimiento los niveles de este componente en el recién nacido duplican a los de la madre. Por esta razón, las embarazadas requieren vitamina C adicional; necesidad que se mantiene durante la lactancia por ser la leche materna una rica fuente de vitamina C.
Entre las principales funciones de la vitamina C o ácido ascórbico están regular la síntesis del colágeno -proteína que proporciona elasticidad de los tejidos y que ayuda a prevenir las líneas de expresión y las manchas cutáneas producto de la edad- incrementar en gran medida la acción cicatrizante del organismo, favorecer la absorción del hierro, disminuir los niveles de colesterol en la sangre, evitar la penetración de radicales libres debido a su acción antioxidante, garantizar la transmisión correcta de los impulsos nerviosos y fortalecer el sistema inmunológico.
Durante el embarazo la vitamina C es necesaria para producir colágeno, proteína que actúa como el cemento que une a las células de las membranas amnióticas, las cuales actúan como una barrera protectora entre el medio interno -uterino- y el externo, protegiendo al bebé de agentes extraños. Este nutrimento también participa en el crecimiento y reparación de las células de los tejidos, encías, vasos sanguíneos, huesos y dientes, tanto de la madre como del bebé. Es así como su adecuado consumo antes y durante el embarazo previene el riesgo de infecciones y de parto prematuro. Además, diversos estudios en el mundo consideran que el consumo de alimentos con altos contenidos de vitamina C disminuye el riesgo de desarrollar peligrosos niveles de presión sanguínea durante el embarazo, enfermedad también conocida como preeclampsia.
Asimismo, la vitamina C es necesaria para estimular la absorción de hierro y vitamina D, así como mejorar la absorción de calcio y su incorporación a los huesos.
¿Cuánto y cómo consumir?
La Ingesta Diaria Recomendada (IDR) para mujeres adultas es de 60 mg/día, sin embargo otras fuentes como la Organización Mundial de la Salud (OMS), recomiendan 30 mg/día. En el embarazo las necesidades pueden aumentar a 50 mg/día (según la OMS) ó 70 mg/día, ya que es necesaria para absorber con mayor eficiencia el hierro, para la formación de tejidos y para convertir el ácido fólico a su forma activa. Este incremento en los requerimientos debe ser compensado consumiendo alimentos adecuados, como vegetales y fruta, donde esta vitamina más abunda.
En su estado natural la vitamina C se encuentra fácilmente en cerezas, limones, naranjas, mandarinas, mangos, piña, pomelo, melones, fresas, papayas, kiwis y manzanas. En cuanto a los vegetales destacan el brócoli, coliflor, tomates, papas, champiñones, repollo y cilantro. Asimismo, en el mercado es posible encontrar alimentos manufacturados que vienen reforzados con vitaminas, como es el caso de los cereales, leche y gelatina, entre otros.
Es importante mencionar que esta vitamina es muy sensible a la luz, a la temperatura y al oxígeno del aire. “Un jugo de naranja natural pierde su contenido de vitamina C a los 15 ó 20 minutos de haberlo preparado, y también se pierde un porcentaje de vitamina en las verduras cuando las cocinamos. Eso hace necesario a veces tomar suplementos adicionales, los que siempre deben ser recomendados por un médico.