Si bien la ansiedad es una respuesta normal del organismo frente a ciertas situaciones, cuando se mantiene en forma permanente, desproporcionada o sin razón aparente y afecta la rutina de los niños, es importante ponerle freno.
Aunque para muchas personas la ansiedad tiene una connotación negativa, es un factor protector para el organismo y una señal de alerta sobre un eventual peligro. “Es una respuesta normal y adaptativa del ser humano frente a una situación que es percibida como riesgosa y que tiene componentes físicos como la sensación de miedo, la taquicardia, una mayor alerta e hipervigilancia”, indica la sicóloga infanto-juvenil Mónica Rademacher. Así, por ejemplo, la ansiedad de separación que siente un niño pequeño respecto su madre lo impulsa a estar siempre cerca de ella, a demandar su proximidad y, en ese sentido, es un elemento que lo cuida y protege. Sin embargo, cuando este sistema normal y protector se dispara en forma precoz, sin que exista un estímulo que lo genere, se vuelve desproporcionado, se mantiene constante en el tiempo e interfiere en otros aspectos del desarrollo, se transforma en patológico. Estos cuadros se conocen como trastornos de ansiedad; una respuesta anormal en la conducta adaptativa de un niño, que le genera sufrimiento e interfiere en su bienestar.
Ansiedad extrema
La ansiedad infantil se transforma en un problema si se perpetúa. Esto ocurre, por ejemplo, si le impide al niño sociabilizar con sus amigos en un cumpleaños, porque tiene que estar pegado a la mamá. “En ese caso la ansiedad le está impidiendo desarrollarse adecuadamente en lo social, pues no le permite hacer amigos ni explorar su mundo”, explica Mónica Rademacher.
La influencia del hogar
Hay niños que naturalmente son más ansiosos y nerviosos. Manifiestan sus síntomas en forma física; frente a cambios o situaciones les duele la cabeza o el estómago y tienen problemas para dormir o comer. Por lo general, son muy exigentes y provienen de familias con esta misma característica. Se habla de un componente biológico en la ansiedad, pero en realidad las causas son variadas. Estas situaciones provocan en gran medida ansiedad infantil. Toma nota:
◗◗ Padres ansiosos y sobreprotectores, que siempre están temiendo que a su hijo le pase algo. Su ansiedad genera la sensación que el mundo es amenazante y peligroso. Con esa actitud, además, los padres los privan de tener las experiencias necesarias para sentirse seguros y conocer el mundo.
◗◗ La sobreexigencia puede potenciar la ansiedad infantil, ya que centra la vida del pequeño en tratar de cumplir con las expectativas paternas más allá de lo que él mismo quiere o puede alcanzar. Muchas veces, expresan esta sensación a través de su cuerpo, es decir, somatizando.
◗◗ Los papás deprimidos pueden favorecer una personalidad más ansiosa en sus hijos, porque es menos probable que -en ese estado emocional- los expongan a experimentar situaciones cotidianas que le permitan conocer el ‘mundo real’.
◗◗ También es posible que un pequeño desarrolle un trastorno de ansiedad producto de alguna situación traumática, como una enfermedad importante, la muerte de un ser querido, de una mascota o la separación de sus padres, entre otras.
La ansiedad también es normal
Es normal que un pequeño sienta ansiedad frente a experiencias como el paso del jardín infantil al colegio o un cambio de casa. En momentos como esos, es importante que los padres faciliten a sus hijos estos procesos, para que se sientan apoyados. “Todo cambio implica ansiedad, pero se puede favorecer un ambiente que promueva un tránsito saludable de este paso, ya sea por un cambio de colegio, de casa, la muerte de un familiar o el nacimiento de un hermanito”, asegura Mónica Rademacher. Lograrlo implica conversar con el pequeño de acuerdo a su edad, escuchar sus inquietudes y aprehensiones e invitarlo a ir de a poco resolviendo sus miedos. “Algo que ayuda mucho a derribar estos miedos -sean reales o no- es la exposición paulatina y gradual a ellos. Si el niño tiene ansiedad por el nuevo jardín o colegio, por ejemplo, hay que llevarlo antes para que lo conozca, vea los patios, su sala y a otros niños”, propone la sicóloga.
¿Cuándo preocuparse?
Mónica Rademacher señala que si las conductas ansiosas permanecen en el tiempo y constituyen una reacción desproporcionada frente al estímulo, o aparecen sin razón aparente, es conveniente conversarlo con un profesional. “Cuando los intentos de los padres por ayudar al hijo no están funcionando, como lograr que vaya al jardín o al colegio, que asista a los cumpleaños o que tolere no estar con ellos cuando van a salir, es el momento de consultar”, enfatiza. Es común que la ansiedad se manifieste a través de conductas visibles como comerse las uñas, alteraciones en la alimentación (comer mucho o muy poco), problemas para dormir o rechazo a dormir solo, temor repentino a la oscuridad y, en algunos casos, sacarse mechones de pelo. Pero no siempre estas conductas constituyen motivo de alarma. “Hay etapas en las cuales los niños se comen las uñas, pero eso no es necesariamente una señal, porque luego muchos dejan de hacerlo”, explica la terapeuta.
Mamá ¡Atenta a las señales!
Es bueno analizar si la actitud de tu hijo está interfiriendo en su vida cotidiana y le provoca sufrimiento. Hay niños naturalmente más ansiosos y nerviosos, que manifiestan sus síntomas en forma física; frente a cambios o situaciones les duele la cabeza o el estómago y tienen problemas para dormir o comer. Por lo general, suelen ser muy exigentes y provienen de familias con esta misma característica.
Disminuye su ansiedad, paso a paso
Los padres tienen un papel muy importante en la prevención de los trastornos de ansiedad infantil. Pueden, por ejemplo:
◗◗ Ayudarlos a disminuir el impacto de los acontecimientos complejos. Los niños no siempre tienen recursos para afrontar en forma adecuada situaciones o acontecimientos estresantes o traumáticos. Una separación, la muerte de un familiar o amigo, un robo o un accidente pueden superar su capacidad para reaccionar de forma adaptativa.
◗◗ Hablar con el niño de todo lo que le inquieta y de cómo se siente. Permitir que exponga sus preocupaciones, dudas y sentimientos. No forzarlo a hablar, pero estar disponibles cuando él lo necesite.
◗◗ Actuar como modelos de conducta. Los hijos aprenden a actuar y a afrontar los problemas imitando y adoptando como propios los modos de actuación de personas cercanas.
◗◗ Reforzar sus conductas positivas y avances. Demostrar que, como padres, entendemos sus temores y nos interesamos por sus problemas.
◗◗ Evitar la sobreprotección y la sobreexigencia. Aceptar sus limitaciones, no pretender que sea perfecto.
◗◗ Fomentar una actitud positiva en relación a los problemas. Implica considerarlos un desafío en vez de una amenaza.
◗◗ Evitar hábitos perfeccionistas, como trabajar y/o estudiar hasta altas horas de la noche, o repetir muchas veces un trabajo para lograr que esté perfecto.
◗◗ Fomentar hábitos saludables y promover nuevas experiencias en la vida de tu hijo.